El doctor K.O.


Rusia es un país que siempre llama la atención por estos pagos a causa de sus noticias excesivas, pasadas de rosca, como fabricadas en una factoría del despropósito. Como ese lugar extravagante en el que siempre se las ingenian para que las cosas que ocurren aquí, pasen también allí, pero retorcidas, estrambóticas,  como si se tratara de un reflejo en el espejo deformante de una feria. Ignoro si ello se debe a sus singularidades históricas -que no son pocas y tampoco se limitan al sovietismo- o a alguna cosa rara que le suelan echar al agua por aquellos pagos. No es caso de divagar sobre ello ahora, pero sí conviene recordarlo porque en otro caso este suceso no se entendería bien del todo.


Resulta que el 29 de diciembre de 2015 el señor Yevgeni Vakhtin, de mediana edad y algo borrachín, se presenta en las urgencias de un hospital en Belgorod (provincia de Oblast). El hombre, seguramente a causa de esa mala costumbre de «castigar los vidrios», tiene una hemorragia gástrica y anda algo chungo. Va acompañado de un amigo más joven… El caso es que se ignora con exactitud qué pudo pasar para que la cosa terminara como terminó, pero al parecer tuvo un altercado con una enfermera. Y tampoco esto ha quedado muy claro porque las informaciones que se han difundido en torno al caso han sido de todo menos precisas. Diríamos que interesadamente imprecisas.

Según algunos, Vakhtin insultó a la enfermera al sentirse contrariado por alguna razón. Otros dicen que simplemente la toco. Según la versión difundida por el hospital, golpeó a la mujer. Según relata algún testigo de lo sucedido todo fue un malentendido accidental provocado por su estado de embriaguez y el hombre, que habría chocado con ella por error, se habría disculpado adecuadamente con posterioridad. Lo dicho. Nada de claridad. Rusia sigue siendo un país que para según qué cosas es de todo menos transparente, y es que librarse de casi un siglo de totalitarismo de calidad extra es cosa que cuesta… Y mucho. Afortunadamente, y ahí está el quid de la cuestión, nos quedó el vídeo grabado por las cámaras de seguridad del hospital para conocer el fin de este relato que, como digo, se aproxima lentamente hacia un clímax rayano en el más completo absurdo. Una grabación harto difundido en webs de noticias y redes sociales que fue lo que, a la postre, desencadenó una noticia que en otras circunstancias y con total seguridad habría sido silenciada.

Sea como fuere, la cosa va así: el enfermo Vakhtin -no sabemos si agresor, o no, y en qué medida- es finalmente atendido. Una enfermera, nadie sabe si la misma u otra, parece auscultarlo o algo similar cuando un tipo que le saca treinta kilos, diez centímetros, parece en perfectas condiciones físicas, y tiene pinta como de malo salido de un tebeo de Mortadelo y Filemón -no es un símil gratuito-, irrumpe en la estancia. A primera vista, por la pinta -y los modos- uno imagina que es un enfermero mosqueado. Pregunta algo dando voces, o por alguien. Según el relato oficial simplemente dijo: «¿Por qué tocas a la enfermera?» Yevgeni se levanta, es zarandeado y parece que todo va a quedar así. Pero entonces el bigardo se lo piensa mejor y sin mediar palabra le sacude un mamporro a la mandíbula que ni Rocky en sus mejores tiempos. Así que el enfermito, torso desnudo, flacucho y de aspecto en general bastante patético, cae como un fardo. Allí queda. Pero la cosa no termina ahí por que el inopinado boxeador, probablemente increpado por el acompañante del maltrecho borrachín, aunque no se sabe, ya fuera de sí mismo, tal vez envalentonado por su recién descubierta capacidad pugilística, se da la vuelta y se lía también a bofetadas con él… «¿Has entendido? -le berrea a la par que le sacude- ¿has entendido?» (ojo, yo no sé ruso, es lo que me cuentan que dice).

Es fácil imaginar la confusión de los presentes. Y el desastre no ha hecho más que empezar. El personal del hospital presente en la sala, casi todo féminas, no sabe dónde meterse porque el tipo de azul está tan cabreado que ya nadie para a su alrededor… Por si acaso.

zelendinov
Zelendinov, rompecuellos oficial de los servicios médicos de Belgorod. ¿Se dejaría usted pegar, digo sanar, por este hombre?

Vakhtin, dicho sea de paso, no se levanta del suelo. De hecho, lleva ya varios minutos panza arriba y sin mover un músculo cuando alguien empieza a preocuparse -ojo al dato, que seguimos en un hospital-. No respira. Está aparentemente muerto. Estupor general… Entonces es cuando descubrimos que el matón es nada menos que uno de los doctores de guardia del centro médico. Responde al nombre Ilya Zelendinov, tiene 32 años (casi veinte menos que el agredido), y empieza a temerse lo peor: el rollo del mosquetero y la damisela, o del galeno enojado con el sistema explotador que le obliga a hacer «nosecuantas» horas, o el héroe de la protesta médica local ante la falta de educación de los parroquianos habituales, o la película que él creyera estarse montando con el arrebato de ira, le va a salir mal. Se remanga. Comienza con las maniobras cardiorrespiratorias para ver si reanima al agredido, pero hay poco que pueda hacerse. Yevgeni Vakhtin, al caer desmadejado por la pérdida de conciencia, se ha golpeado la cabeza contra el suelo y ha fallecido a causa del traumatismo craneoencefálico masivo que se ha producido con el impacto.

Tras varios meses de juicio en el que muchos esperaron que Zelendinov incluso escapara a la cárcel, la sentencia se publicó en marzo de 2016: una cuantiosa compensación económica por parte del hospital -que nunca se ha disculpado por lo sucedido, ojo- para la familia del fallecido y 9 años de prisión para Zelendinov -alias Dr. K.O.- que debió olvidar el juramento hipocrático, ignoro si en Rusia se hace esto, perdido en algún trastero. El director del hospital, por su parte, también fue relevado de sus funciones a medida que se fueron conociendo los detalles del mismo… Básicamente porque puso tanto interés en ocultarlo que terminó por enterarse todo el mundo. Y habrá quien todavía se queje de la exquisita paciencia, profesionalidad y coherencia que se exhibe en la sanidad patria.

El hecho es que, como leí entre los comentarios de esta noticia cuando la descubrí, al tal Zelendinov la ira «le salió barata». Pero eso no fue lo más sorprendente: a la mayoría de los cenutrios que comentaban la noticia, y reconozco que no dejo de frotarme los ojos ante tanta estulticia, les parecía que la reacción del médico fue adecuada al caso y que el tal Vakhtin -para quien nadie se ahorraba por cierto epítetos perversos de toda suerte y color- había recibido «su merecido» (¡aguanta!). Me ahorraré ulteriores comentarios esperando por el bien de la especie humana que tales rebuznos solo sean el resultado del malentendido «anonimato» que propicia esto del internet y en el deseo de que los comentaristas, por el bien de todos, no trabajen para el sistema sanitario de sus respectivos países.

Por cierto que el vídeo (si tienes estómago para eso de la violencia entera y verdadera): aquí.

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